Cuando pensamos en libros subversivos no son esos libros de rebeldía juvenil que pueden encontrarse en cualquier librería de una gran ciudad lo que nos viene a la cabeza, ni esos libros más o menos críticos salidos de nuestro entorno cercano o de los cabezas-pensantes de las universidades, sino ejemplos como el de Severino Di Giovanni cuando fue capturado el 29 de enero de 1931saliendo de un taller de linotipia donde había ido en relación a las matrices de un libro de Reclus. A pesar de ser durante cuatro años la persona más buscada en Argentina por diversas expropiaciones, atentados y por su actividad agitativa, arriesgó su libertad y su vida para obtener las matrices que necesitaba. Las imprentas estaban en el punto de mira y permanecían vigiladas, pero valía la pena arriesgarse una vez más para un nuevo libro. Unos meses antes había cumplido su objetivo de montar una imprenta propia donde imprimir libros, opúsculos y periódicos, con el dinero de una expropiación reciente aunque utilizando sólo una pequeña parte para ello: la mayor parte iría para la solidaridad con los compañeros presos.
También pensamos en Jean-Marc Rouillan, Oriol Solé y otros compañeros quienes a principios de los años 70 atracaban bancos y expropiaban máquinas de imprenta para hacerse con todo lo necesario para poder imprimir libros en Toulouse y pasarlos clandestinamente a Barcelona y otras regiones del Estado español.
O quizás en un ejemplo de lo más inspirador, el de los jóvenes anarquistas de la ciudad de Bialystok, quienes durante los primeros años del Siglo XX, además de aterrorizar a burgueses y gendarmes, dedicaban gran parte de su energía y sus medios a la traducción, impresión y transporte de material escrito. En 1905 expropiaron 330 kilogramos de tipografías para montar Anarjiya, la primera imprenta anarquista de Rusia: una imprenta clandestina para sus publicaciones y libros. Con el tiempo muchos anarquistas rusos imitarían el gesto, varios de ellos jugándose ir a prisión, ser desterrados, ser condenados a trabajos forzados o a morir.
Para muchos anarquistas alrededor del planeta, imprimir, mover y difundir libros era igual de peligroso que llevar armas y explosivos: en parte eran armas y, es más, eran armas muy potentes.
Estos son los ejemplos que nos vienen a la mente, entre otros… como el ejemplo de aquellos luchadores que, escapando de la represión, montaron una imprenta en una cueva en los Urales. Son solamente algunos ejemplos de una estrecha relación entre libros y subversión, unos ejemplos inspiradores no sólo porque los libros —muchos de los cuales eran considerados peligrosos o simplemente estaban prohibidos— se imprimían y difundían de manera clandestina, saltándose todas las prohibiciones y alejándose de cualquier relación con la lógica de consumo de la que hoy en día parece no haber escapatoria, sino porque todo lo relacionado con el desarrollo de estos proyectos editoriales, la manera en la que se ponían en marcha esas máquinas y proyectos, así como la ilusión y espíritu de lucha, parecen de otro mundo. Pero no del todo.
Muchos proyectos de editoriales e imprentas actuales, como también algunas revistas y periódicos, nos sentimos motivados por ese espíritu que antaño abundaba y del que esos ejemplos son solamente unos pocos. Intentando no entrar en —pero también intentando dinamitar— todo proceso de producción/consumo, la lógica de los beneficios, las relaciones comerciales y laborales, buscamos devolver ese espíritu subversivo, ya que un mensaje radical debe estar contenido en una forma de difusión a su altura.
Entendemos que hay proyectos con finalidades de subsistencia relacionados con la edición y distribución de libros anarquistas, que lo ven y lo viven como una forma modesta de ganarse la vida, y esto, con la mierda de trabajos y las posibilidades de vida dentro de los marcos del sistema que nos imponen, en parte lo podemos entender. Pero también deberían tener en cuenta que para nosotros, que buscamos formas de vivir diferentes, en las que nuestra vida y nuestra lucha estén totalmente relacionadas con nuestra cotidianidad y alejadas de las relaciones de producción y consumo, no nos cuadra la idea de trabajar en lo que para nosotros es una herramienta más de lucha, un arma más en esta guerra social.
Entre nuestros objetivos se encuentra la difusión, mientras más amplia y más accesible mejor, de ideas, propuestas, visiones, interpretaciones, desde un punto de vista radical. Y creemos que esto debe hacerse desde una ruptura, lo más radical posible, con las formas que el capitalismo nos ofrece para esta tarea. Por eso vemos importante rechazar la distribución comercial que encarece los precios, la lógica de vender los libros 10 veces más caros que el precio de coste de impresión, el culto de las grandes librerías, el uso de los códigos de control y numeración —sea con fines comerciales o de clasificación (código de barras, ISBN, etc.)—, los derechos de autor (copy lo que sea), etc.; y vemos necesario propulsar maneras más directas de distribución por medio de distribuidoras de material revolucionario, apoyar a los proyectos de imprentas anarquistas, dar por obvio que nuestro material está ahí para darle vida y ser reproducido como mejor se desee, y fomentar la mayor autonomía de nuestros proyectos en cuanto a la traducción, redacción de textos, maquetación, diseño gráfico, distribución y, si es posible, impresión, además del apoyo total, en la medida de lo posible, de otros proyectos relacionados como bibliotecas sociales, bibliotecas para presos, etc.
Quizás a algunos les suene pretencioso y a otros básico, pero para nosotros es importante también hablar de esto al referirnos a los libros y a su potencialidad subversiva.
Bardo, agosto de 2011
[Contribución para el encuentro del libro subversivo de Bruselas realizado en octubre de 2011.]